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¡Salta conmigo, Salta!

  • Foto del escritor: María Verdú Aguilar
    María Verdú Aguilar
  • 12 oct 2023
  • 5 Min. de lectura

Este fin de semana hemos hecho una escapadita a Cafayate, una población vinícola y turística en la provincia de Salta, más al norte aún, a 4 horas de autobús de donde estamos alojados en Tafí del Valle.

El sábado por la tarde tomamos este autobús, que aquí llaman ómnibus, muy grandes y cómodos, preparados para recorrer las grandes distancias argentinas. Tienen dos pisos, asientos anchísimos y tan reclinables que puedes llegar a ir semitumbado. Incluso, en aquellos autobuses que ofrecen viajes más largos, dan desayuno y comidas que te acercan a tu propio asiento, como en los aviones. Hay más de un conductor y se van turnando. Justo detrás de su cabina tienen una cama para poder descansar. Por supuesto, también tienen un baño. Y en la parte de arriba hay unos amplios ventanales frontales que son la delicia de cualquier niño que quiera ir viendo la carretera y haciendo como si condujera.


Para realizar este trayecto de Tafí del Valle a Cafayate hay que cruzar un puerto de montaña un poco complicado que se llama "El Infiernillo" (si es que ya con el nombre te haces una idea). Es una carretera sinuosa y mal asfaltada que sube hasta los 3.000 metros de altitud, así que algunos pasajeros pueden llegar a sentir mareo y dolor de cabeza, no solo por las curvas de la carretera, sino por la falta de oxígeno. Y, por si fuera poco, hay que andar con mil ojos porque de vez en cuando se encuentra algún animal en medio de la carretera (vacas, caballos, burros....).


Afortunadamente, los conductores son ya capaces de hacerse este camino con los ojos cerrados (casi literal, porque de noche las luces del autobús eran más bien flojitas) y pudimos realizar este paso del Valle de Tafí en Tucumán a los Valles Calchaquíes de la provincia de Salta sin problemas.


Dato curioso: Los conductores tienen todos (al menos los cuatro que vimos nosotros) un moflete hinchado como un hámster que se ha guardado un trozo de galleta para después. ¿Por qué? Pues ni más ni menos porque al parecer mascan hojas de coca, supongo que para espabilarse y llevar mejor estos largos trayectos en altitud, y cuando se cansan de mascar, se las dejan dentro pegadas entre la encía y el moflete (qué asquete).


Pues eso, que estos conductores medio cocainómanos son unos cracks de la carretera y pudimos pasar el Infiernillo y adentrarnos en toda una serie de pueblos norteños pertenecientes a los valles Calchaquíes, al otro lado de Tafí.


El paisaje no es especialmente bonito, pero la vuelta que hicimos de noche fue incluso más bonita debido al cielo estrellado. Como no hay apenas ninguna población en todo este puerto montañoso, no hay contaminación lumínica, y se ve plagado el cielo de estrellas. Incluso un poco antes de llegar a la cima hay un recóndito Observatorio Astronómico, en medio de la nada (Observatorio Ampimpa), donde realiza el autobús una parada y, en esta ocasión, se bajaron un grupo de jóvenes de Zaragoza con los que pudimos intercambiar unas palabras, que ya echábamos de menos oír hablar un poco en español ibérico (con acento maño, en este caso).


Cuando llegamos a Cafayate, nos encontramos que estaban celebrando las fiestas de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario, y pudimos verlos con trajes de vaqueros andinos, con sus sombreros y sus mantones, a lomos de caballos engalanados y participando en procesiones. Todo el jolgorio estaba en la plaza, justo donde estaba nuestro hostal, mira tú qué "suerte". Menos mal que en el interior el sonido llegaba amortiguado y tampoco molestó tanto a la hora de dormir.

Lo bonito e interesante de recorrer los valles norteños calchaquíes y la provincia de Salta es el desierto. Muy cerca de Cafayate, siguiendo la Ruta Nacional 68 con dirección a la ciudad de Salta, recorres una carretera como las que se ven en la películas americanas del Cañón del Colorado, largas rectas que se internan en un desierto desde donde se divisan esas formaciones rocosas espectaculares modeladas por la lluvia, el viento y las temperaturas extremas y cambiantes, con unos colores inusuales debido a la oxidación de los minerales que las componen. El rojo de la arcilla, el verde del cobre, el amarillo del azufre...


Por hacer una idea, es similar a los cañones de Petra en Jordania, o como he dicho antes, los de esas películas del Oeste americano, donde John Wayne mira impertérrito a lo lejos la señales de humo de los Navajos.


Así que allá fuimos los cuatro de excursión en un microbús por esas carreteras, a lo Thelma y Louise, con un cachondo de conductor/guía/fotógrafo/showman llamado Marcelo que nos llevó a los diferentes puntos de interés de esta Reserva Natural en el desierto durante los primeros 40 kilómetros desde Cafayate.

Lo que haces es recorrer la Quebrada del Río de las Conchas. Quebrada es lo mismo que Cañón. Y lo destacable es todo lo que hemos contado acerca de esas formaciones rocosas tan llamativas tanto por su formas como por sus colores, que además van cambiando su tonalidad según la hora del día.


Pudimos parar en algunos sitios y recorrer un poco de desierto. Caminamos, subimos pendientes, e incluso llegamos a escalar, en lo que llaman la Garganta del Diablo (igual que en Iguazú. Aquí en cuanto ven algo súper mega grande lo llaman así). Y lo de escalar fue algo ligerito, para superar alguna pequeña pared rocosa, con pies, manos, rodillas y culo, nada de arneses, cuerdas y cascos.


Tuvimos la oportunidad de comprobar el eco y la acústica en medio de estas montañas desérticas (hay incluso una pared gigantesca, semicircular, llamada Anfiteatro, donde la resonancia es espectacular) con grititos de "hola-hola", "eco-eco" y palmaditas. La imaginación no nos da para más.

Las formas de las rocas son tan curiosas que la mente lo asocia a lo conocido, como en el famoso juego de las nubes, de ver a qué se parecen. Así tenemos lo que se denominan "Los Palacios", "El Obelisco", "El Sapo", "El Obispo".... etc. Y hemos de decir que están puestos estos nombres con mucho acierto.

Lo más gracioso era vernos escalando una pequeña pared de unos pocos metros, sudando, sufriendo, agonizando y con miedo al vacío mientras que Marcelo, nuestro gran conductor/guía/fotógrafo/showman, nacido y criado aquí, iba y venía pared arriba pared abajo andando casi casi con las manos atrás dando un paseo preguntando que qué tal, cómo les va. Y Marcelo, que se las sabe todo, nos hizo unas "fotos truco", aprovechando la inclinación de la pendiente, que molan mogollón, que parecemos Keanu Reeves en Matrix esquivando las balas.


Tras la excursión, regreso a la ciudad de Cafayate, donde encontramos (gracias a Marcelo, a quién si no), un estupendo restaurante medio escondido en el que te atiende personalmente el cocinero, un señor mayor simpatiquísimo, que te explica con toda la parsimonia del mundo los platos caseros de pasta casera y de carne que elabora. Tan flipados empezamos María y yo a escucharle recitar sus platos, tan alelados debíamos estar, que a media explicación dijo "mejor les traigo la carta en inglés" pensando que no le estábamos entendiendo. Muy bueno el sitio, muy recomendable. "Como en casa" se llama, por si alguien se quiere dar una vuelta por los desiertos de Salta algún día.


Y con la tripita llena y el corazón contento, de vuelta al autobús destino Tafí del Valle, en otras cuatro horas de viaje que la verdad se llevaron muy bien entre mirar el paisaje, las estrellas y las mandíbulas batientes de los conductores, a seguir con nuestro trabajo de "granjeros", que merece entrada aparte del blog.


2 Comments


Eva Gomez
Eva Gomez
Oct 12, 2023

Me encanta la foto-truco!

Y que sigáis contándonos cosas de vuestro viaje

Muchas gracias por compartir!!!

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José María Verdú
José María Verdú
Oct 12, 2023

Menudas aventuras en Salta! Las fotos son espectaculares! Desde luego que no os aburrís! Con ganas ya de conocer de vuestra vida en la hacienda.

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