Cruzamos la frontera de Argentina con Chile en un autobús por los Andes. Seguimos con los paisajes de postal con lagos, bosques y montañas nevadas.
Nos hemos trasladado a Puerto Varas, al sur de Chile, para ocuparnos de tres grandes perrazos a cambio de alojamiento.
Llegamos a Puerto Varas tras 6 horas de autobús y dos fronteras. Especialmente pesada la chilena, que miran todo el equipaje a ver si llevas peligrosos productos como un par de plátanos y una manzana, que nos fueron requisados por seguridad nacional (ironía aparte, parece ser un tema sensible para evitar que elementos biológicos puedan traer plagas o desequilibrios medioambientales al país. Aún así, no veo tampoco un riesgo grave llevar dos plátanos).
Nos recibió Waldo, el padre de la familia, con una acogida que pensé que se había equivocado de personas y nos confundía con los Borbón. Nos fue a buscar a la parada del autobús, nos llevó a su casa con todos los maletones que acarreamos, nos asentaron en la planta de arriba de una casa enorme con jardín y nos llevaron a cenar a una estupenda pizzería de la ciudad, desde la que se divisaban a través de sus ventanales el lago Llanquihue con los volcanes Calbuco y Osorno al fondo. Una vista preciosa que fue un lujo poder tener al estar despejado, lo que al parecer fue una excepción, pues el resto de días de nuestra estancia ha sido ver llover y llover.
Bueno, un poco tiempo loco, tipo primavera en el Cantábrico. Ahora llueve a cántaros, ahora graniza, y ahora te tienes que quitar todo el abrigo porque sale un sol abrasador, pero cuando estás ya poniéndote la manga corta para dar un paseo, se levanta un viento helado que vuelve a traer el diluvio universal, y así cíclicamente a lo largo de todo el día. Una locura.
En la casa de Waldo y Crystal, con sus dos hijos, Amaranta y Facu, de uno y dos años y medio, respectivamente, nos hemos encontrado con los "bebés peludos" que teníamos que cuidar: un Alaska Malamute (Chapo) de seis años y 40 kg con sus dos hijas (Mali y Zazu), dos medio gran danesas que han heredado sus ojos claros, también con sus buenos kilitos de pura fuerza y energía.
Lo de cuidarlos es una forma de hablar, porque se cuidan solos más que de sobra. Son perros callejeros que en su momento adoptaron, y en consecuencia, son muy apañados. Están todo el día en el inmenso jardín, y lo único que tenemos que hacer es ponerles los cuencos de comida, intentando que no te coman a ti antes, y acostarles por la noche, no cantándoles una nana, sino guareciéndolos en sus casetas. Lo único raro es que llevan unos collares eléctricos, que emiten descargas si se aproximan al cerco de la finca, para que no escapen. Suena un poco drástico y torturador, pero solo de esta manera estos perrazos no salen al campo abierto, que pueden liarla.
De hecho, el primer día, gran susto, se lio un poco. Tuvimos Halloween por adelantado. Resulta que había una gallina cercana con pocas ganas de vivir, y ya había ocurrido varias veces que se internaba en este jardín con estas fieras. Pues a pesar de las advertencias, los dueños de la gallina no hacían mucho caso, y tanto va el cántaro a la fuente que, claro, pasó lo que tenía que pasar... que ese día hubo caldo de gallina. Son tres perros buenos pero el instinto primario lo tienen muy desarrollado. La cosa se quedó ahí, sin más problema. Los vecinos asumieron que toda la responsabilidad había sido de ellos por dejar a la gallina suelta y que entrara en la propiedad.
Nos explicaron que teníamos que quitarles el collar al acostarse, para recargarlo, como los móviles, y ponérselo al día siguiente por la mañana. En ese momento volví a pensar que me salía más barato un hostal en Puerto Varas que una operación de injerto de meñique, pero al final no resultó tan complicado y, a pesar de la apariencia que tienen, son unos cachos de pan. Los hemos acostado, quitado el collar, y vuelto a poner al día siguiente sin contratiempo, porque se dejan dócilmente. Eso sí, como seas una persona que pese menos de 50 kg, ya puedes mirar toda la serie del adiestrador de perros César Millán o la parte en la que Cocodrilo Dundee domina al búfalo con su poder mental, porque hay que tener fuerza e imponerse un poco para sujetar a estos bichos.
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Así que, entre que no paraba de llover, y que teníamos que hacer las entregas del colegio a distancia de los niños, hemos aprovechado estos días para parar la pata, recuperar fuerzas y dar un empujón a los estudios de los niños.
Por cierto, hoy va a ser la entrada más publicitaria de todas (si es que no despega el blog y nos contrata Adidas o Sony). A los niños les está viniendo de perlas una plataforma educativa que nos recomendaron desde el colegio, para Lengua y Matemáticas (ha venido especialmente bien para las Matemáticas. El cambio ha sido espectacular, sobre todo en David), que se llama Smartick. Lo mismo digo, si alguien tiene hijos de la edad de los nuestros que necesiten un refuerzo en esta materia y le interesa apuntarles, con el código MVERD3NG2933 consigue un 20% de descuento y nosotros un pequeño descuento en nuestra próxima renovación (vamos a tener que meter en nuestro blog la opción de "Saltar publicidad").
Cuando la familia regresó de su viaje cuatro días después, para salvarnos de tener que comenzar a pastar la hierba del jardín (pues los víveres se agotaban, no paraba de diluviar y el súper está a tres kilómetros) aparte de acercarnos a comprar comida nos llevaron de excursión a una granja con vacas, ovejas, gatos, perros... (estas granjas sí me gustan, a las que vas a acariciar animales, no a hacer bancales de estiércol para el huerto). Los niños se lo pasaron pipa con los columpios realizados a base de materiales reciclados, triunfando especialmente unos realizadas con redes de pesca reutilizadas. Y luego a tomar un cafetito con alfajor por el esfuerzo hecho.
Se han portado súper bien con nosotros. Los pobres venían de un agotador viaje de seis horas por carretera, frontera pesada chilena incluida, con mal tiempo (y el mal tiempo aquí es de tempestad para arriba) y con dos niños muy pequeños. Y aún así se desvivieron en atenciones. Se van a llevar un gran chasco cuando sepan que no soy Felipe, sino un García del montón, de Alcobendas y no de La Zarzuela.
Y ahora ya, con vistas a desplazarnos a Santiago de Chile para tomar el vuelo a Nueva Zelanda. Si es que lo escribo y no me lo creo.
😃Creo que os dije que os sigo también por el Google Earth. Menudos paisajes!!!! Ah!!! gracias que no fuisteis en bici al Aeropuerto, a "pesar de estar "cerquica". Lo del cambio de horas me ha hecho un lio. Os deseo una buena estancia en Nueva Celanda.
Pobre gallina! Y que perros tan bonitos! Toda una experiencia para Marcos y David . ..Esos días os han servido para cargar pilas antes de cruzar el Pacífico hasta nuestras antípodas.
Menudas aventuras!!!
Un abrazo enorme para todos
Diego, ¿tú también hacías deberes? Te veo muy aplicado en la foto!.. . jeje. Increíble la casa, los perros, la familia, los paisajes… Esa pausa perruna seguro que os ha venido muy bien para recargar piilas!! Deseando conocer aventuras de Nueva Zelanda! Os va a tocar cambiar de idioma!! Bss. Comentario patrocinado por…. jaja.