En esta última etapa de nuestro viaje, tras casi un año dando tumbos, la Ville Rose nos acoge con una elevada temperatura estival inusual para las latitudes germanas de las que venimos, lo cual nos recuerda que poco a poco nos vamos acercando a casa.
No es muy lógico pasar de Florencia a Berlín y de allí al sur de Francia, pero es que nuestro itinerario no ha sido diseñado cartesianamente, sino siguiendo la llamada de dueños de mascotas con necesidad de cuidadores, como Gabi y Bala.
Este simpático matrimonio nos da la bienvenida con sus dos hijos pequeños y Pipette, su cariñosa gata y motivo de nuestro alojamiento en Colomiers, a 15 minutos de tren del centro de Tolosa, antigua capital del reino visigodo.
Pipette tiene un pelaje anárquico de color indefinido y unos tremendos ojos amarillos que recuerdan más a un lemur que a un felino. Esta gata se ha ganado uno de los primeros puestos en nuestro ranking de lo buena y mimosa que es.
El destino ha querido que hayamos recaído en una ciudad que no me es completamente ajena. De bebé, según me cuentan, tomé mis biberones alguna Navidad en un piso de Toulouse mientras mis padres disfrutaban de los quesos occitanos cuando visitaban a mi tío, quien se quedó en esta ciudad tras cursar aquí los estudios universitarios junto con mi padre.
Este hecho nos ha proporcionado la oportunidad de contar con un cicerone de primera para visitar y conocer la denominada Ville Rose, que debe su sobrenombre al color característico de los ladrillos de la mayor parte de sus edificios.
La Place du Capitole es la gran plaza central, la principal de la ciudad, con una enorme cruz de Occitania grabada en su suelo (esta cruz está presente en multitud de edificios y casas particulares).
De un lado, unos bonitos soportales dan sombra a cafeterías y restaurantes con solera.
Enfrente de ellos, el edificio del Capitolio, sede del Ayuntamiento. Se trata de un edificio nobiliario que alberga varias estancias, entre las que destaca la Sala de los Ilustres, de estilo palacio francés del siglo XVIII, la cual sirve actualmente de gran sala de bodas y eventos municipales, con frescos y bustos de personajes célebres locales, como el jurista y matemático Pierre de Fermat.
Después de la Plaza del Capitolio, la Basílica de Saint-Sernain es otro de los principales atractivos turísticos de Toulouse. Es una de las iglesias románicas más grandes de Europa y la segunda más antigua de Francia tras la Abadía de Cluny ("Estamos ante el recontra románico", oímos decir a un guía argentino de marcado acento porteño).
De precioso ladrillo rosado, con un característico y bello campanario octogonal, se encuentra erigida donde San Saturnino terminó perdiendo la vida tras su martirio en el año 250, consistente en ser arrastrado atado de manos y pies por toda la antigua ciudad de Tolosa por un toro (joé con los romanos). La calle que conecta la catedral con la Plaza Capitol se llama Rue du Taur, en su memoria.
Su construcción, que duró 300 años entre los siglos XI y XIV, se debió a que Toulouse acogía numerosos peregrinos en su Camino hacia Santiago de Compostela, y se aprovechó la circunstancia para erigir una basílica que recogiera en su cripta las reliquias de San Saturnino y fueran veneradas.
No se puede entender Toulouse sin el río Garona, motivo de riqueza y prosperidad de la ciudad, pero también de terribles inundaciones con unas crecidas bestiales, algunas de las cuales están señalizadas con marcas de la altura que alcanzó el agua en tal o cual año. No fue hasta los años 60 del siglo pasado cuando se comenzaron a realizar obras de contención y acondicionamiento para evitar los desastres de las crecidas.
Entre dos de sus puentes más importantes, el de Saint Pierre y el Pont Neuf, se puede pasear tranquilamente por la orilla de este río, disfrutando del atardecer estival, cuando comienza a hacer una temperatura más agradable y la gente se tumba apaciblemente en el césped, helado o coca-cola en mano.
El Pont Neuf no es tan neuf. Tiene más de 400 años, pero se denominó "Nuevo" por sustituir a otro puente anterior, de época medieval, que terminó cayéndose en una de esas riadas incontrolables del Garona. Aún se puede ver una pequeña parte conservada de aquel puente primigenio al lado del actual.
En Toulouse es muy bonito callejear por su centro urbano, por los barrios de Carmes y Esquirol, donde se puede disfrutar de un ambiente muy agradable, veraniego, con las terrazas de restaurantes y cafeterías llenas de gente charlando animadamente, todo de muy buen rollo.
Por estas calles aún se conservan antiguos edificios de la época renacentista, que al estar construidos con ladrillo se ven un poquito curvos, que si ya da miedo ponerse debajo para hacer la foto, no queremos imaginar lo que debe ser vivir dentro de ellos.
Algunas de estas casas céntricas son las más señoriales de la ciudad, que para distinguirse del resto tienen una fachada más recargada, con columnas, cariátides o decoración art noveau, dependiendo de la época de su construcción y del gusto más o menos recargado del propietario.
Una de estas joyas arquitectónicas es L'hôtel d'Assézat, palacio del siglo XVI que alberga el museo de la Fundación Bemberg, donde se expone una extensa colección de arte.
El patio de este palacio es recontra bonito, como diría nuestro guía argentino, y no solo acoge la sede del museo, sino que también alberga varias Sociedades y Academias científicas, como la de la Arqueología del sur de Francia, la de Geografía u otra de nombre más llamativo, la Sociedad de los Juegos Florales, fundada en la Edad Media por trovadores y que aún sigue realizando concursos de poesía.
Este palacio fue fruto de la opulencia que Toulouse vivió durante el siglo XVI gracias al comercio del pastel, no del que tomamos en los cumpleaños con velitas sino de la hierba pastel, cuyas hojas servían como tinte azul y que generó mucha riqueza en la región, utilizando el Garona como vía de comunicación con Burdeos para el comercio de este producto demandado en diversas ciudades europeas como Amberes o Londres.
A medio camino entre el Garona y el Capitol está ubicado el Convento de los Jacobinos, de estilo gótico, también construido a base de ladrillo occitano, cuyo interior despejado y la enorme altura de sus bóvedas con largas vidrieras le proporciona mucha luz y paz mental. Allí mismo, bajo el altar, reposan los restos de Santo Tomás de Aquino.
Desde los Jacobinos anduvimos atravesando el barrio de Carmes hasta el Jardin des Plants, donde nos esperaba mi prima con su familia para enseñarnos este antiguo Jardín Botánico reconvertido en parque público, muy parecido en el diseño a El Retiro en lo que a su intención de recrear zonas artificiales de naturaleza se refiere, con canales, estanques y senderos empinados bordeados de roca falsa, a imitación de las montañas, con mucha vegetación ordenada y clasificada según la especie de los árboles, siguiendo el gusto de los planeamientos urbanos del siglo XIX.
Además del Garona, es muy importante para la ciudad el Canal du Midi, una tremenda obra de ingeniería del siglo XVII que unió el Atlántico con el Mediterráneo aprovechando las vías fluviales para facilitar el comercio. Una especie de antecedente, salvando las distancias, del Canal de Suez o del de Panamá.
En lugar del tren, podríamos haber navegado por este Canal para llegar hasta Carcassonne, una localidad con 2.500 años de historia que conserva su ciudad medieval, restaurada en el siglo XIX por Viollet-le-Duc (según su interpretación romántica de la época de lo que debía ser una ciudad medieval). El resultado de los trabajos de este arquitecto es una ciudad medieval de ensueño, ideal para ambientar cualquier novela histórica.
Carcassonne o Carcasona es uno de los lugares más visitados de Francia, y se nota, porque allí había más turistas que soldados del ejército cruzado enviado por Inocencio II para tomar la ciudad y combatir la herejía cátara.
Atravesando el Puente Viejo, que cruza el río Aude, se llega hasta los pies de las murallas, cuyo recorrido ascendente seguimos hasta alcanzar la Puerta de Narbona, una de las principales entradas.
En esta Puerta contemplamos la escultura de la Dama Carcas, que se cree que pudo dar nombre a la ciudad.
La leyenda de esta mujer es curiosa. La ciudad, en manos de los sarracenos, es asediada por Carlomagno. Fallecido durante los combates el rey musulmán, es su mujer, la Dama Carcas, la encargada de defender la villa. Con mucho ingenio consiguió hacer creer que esta se encontraba mejor pertrechada de lo que realmente estaba, construyendo muñecos de paja que situaba en las torres de vigilancia u ordenando lanzar flechas desde diferentes puntos de las murallas por unas pocas personas que iban corriendo de un lado a otro. Su jugada maestra, según la leyenda, fue convencer al enemigo de que disponían de más recursos de los que realmente tenían. Ante la escasez de alimentos que en breve les obligaría a capitular, la Dama Carcas se jugó el todo por el todo cebando a un cerdo hasta arriba de trigo para luego arrojarlo por la muralla. El truco consistió en hacer creer a Carlomagno que andaban más que sobrados de alimentos para aguantar mucho más tiempo del que los asediadores disponían, los cuales decidieron levantar el campo y marcharse al ver que de las tripas reventadas del cerdo salía tanta comida. Si un cerdo comía tanto y tan bien, qué no tendrían los pobladores. Hubiera sido la Dama Carcas una excelente jugadora de póker.
Al pasar la Puerta de Narbona, se cruza la primera de las dos murallas que rodean la ciudad. El terreno entre estas dos murallas concéntricas son las lizas, donde los caballeros se ejercitaban para la guerra a base de justas. Pasear por las lizas resultó una experiencia muy gratificante para la vista, pues cada cierta distancia podías asomarte por algún hueco de la muralla y contemplar las vistas desde esta ciudad que se encuentra en lo alto de un promontorio.
Una vez dentro de la ciudad subimos las empinadas calles hasta el castillo condal (esquivando gente como en la Plaza Mayor en Navidades). El castillo es otra fortificación dentro de la doble muralla de la ciudad. No debían de ser tiempos muy seguros.
El otro punto de interés es la Basílica de San Nazario y San Celso, de los siglos XII y XIII, también reconstruida por Viollet-le-Duc. Esta iglesia, que mezcla estilos románico y gótico, destaca por sus vidrieras, y especialmente por los rosetones que tiene a ambos lados del transepto.
Terminamos la visita saliendo por la puerta contraria a la que entramos, la de Aude, que siguiendo un sendero muy pintoresco nos devolvió al río del mismo nombre para llegar hasta la estación y tomar el tren de vuelta a Toulouse.
Si Toulouse es la Ciudad Rosa, Albi es la Roja, también por el color del ladrillo que se obtenía de la arcilla de su río, el Tarn, que da nombre a la región.
Esta importante ciudad de Occitania, desde donde se combatió la herejía cátara (la cruzada albigense), tiene una de las catedrales de ladrillo más grandes del mundo, Santa Cecilia.
Su portal de piedra parece desentonar con el resto del edificio, pero es una maravilla del gótico flamígero, que da paso a un interior que deja boquiabierto, por la altura de sus techos y su decoración de frescos de arriba a abajo, sin dejar ni un hueco sin ornamentar. Hasta la bóveda está decorada toda ella con pinturas de motivo religioso sobre un fondo de un azul tan intenso que parece estar abierta al cielo.
El coro de esta catedral es igualmente otra maravilla, decorado intensamente con estatuas de personajes y Santos del Antiguo y Nuevo Testamento.
Entre la catedral y el río Tarn se alza el palacio episcopal, el Palacio de la Berbie (que no Barbie), construido con el mismo tipo de ladrillo que la catedral y con una altura similar.
Las salas de este palacio se pueden visitar, así como el jardín trasero donde Monseñor debía relajarse paseando y posando la vista sobre la otra orilla del río Tarn, que se encontraba a sus pies.
Desde hace 100 años este palacio alberga el museo de Toulouse-Lautrec, cuando tras la muerte del pintor la familia decidió donar sus obras a la ciudad de Albi, donde nació en el seno de una familia noble. El artista ha pasado a la historia por sus pinturas de los "bajos fondos" parisinos, siendo muchas de sus modelos las prostitutas de los salones de los que no ya solo fue cliente sino inquilino, retratadas estas en momentos de su vida cotidiana, cuando se cambiaban, se peinaban o charlaban relajadamente entre ellas.
Fue también muy conocido y valorado por los carteles y grabados que elaboró para promocionar espectáculos de artistas del momento como Aristide Bruant o Jane Avril en locales de moda como Ambassadeurs o el propio Moulin Rouge, con sus espectáculos de cabaret.
Le debía ir tanto la marcha que suya es la frase "beberé leche cuando las vacas pasten uvas".
Un complemento ideal a Albi es visitar la localidad cercana de Cordes-sur-Ciel, precioso pueblo medieval situado en lo alto de una montaña, que debe su nombre a que, debido a esa altitud a la que se encuentra, en ocasiones se queda por encima de las nubes que se forman en su falda.
Sudando la gota gorda, echando mano del piolet para subir por las empinadísimas calles de esta población, al llegar arriba del todo dan ganas de plantar una bandera de cima conquistada.
Aparte de las calles adoquinadas y las preciosas fachadas de piedra de sus edificios medievales, la vista desde lejos del pueblo es otra de las maravillas de este sitio. Nos alejamos un poco y anduvimos hasta una cima vecina para poder contemplar la luz del atardecer sobre sus tejados, dándonos algunas de las fotos más bonitas del viaje.
De regreso a Toulouse visitamos la Cité de l'Espace, para aprender sobre el espacio, los planetas y el día a día de los astronautas.
En este parque temático pudimos experimentar en nuestras carnes un viaje a la Luna, sintiendo la fuerza del despegue para escapar de la gravedad y el posterior alunizaje, consiguiendo el efecto de la aplastante aceleración sentándonos en una máquina centrifugadora cerrada que da vueltas a 70 km/h, y consigue mediante imágenes que se sitúan delante de nuestros ojos engañar al cerebro y llegar a sentir que estás realmente ascendiendo en un cohete hacia la Luna. Está muy conseguido y disfrutamos mucho de esta experiencia.
El resto de las instalaciones resultaron también tremendamente interesantes, con exposiciones instaladas de una manera muy didáctica, películas envolventes en salas IMAX con auriculares traductores, el planetario, las maquetas a escala de la estación MIR rusa o el impresionante cohete de 53 metros Ariane 5 para lanzar al espacio satélites de comunicaciones.
Disfrutamos mucho aprendiendo sobre la vida diaria de los astronautas a bordo de una estación espacial, y cómo hacen frente a sus rutinas en ingravidez: asearse, comer, dormir verticalmente en sacos atados a la pared o sus salidas al exterior para la realización de experimentos y reparaciones. Es, sin duda, una profesión para gente optimista.
Terminamos de noche con la observación de estrellas en varios telescopios que dispusieron para los visitantes del parque.
La industria espacial es muy importante en Toulouse, donde crea mucho empleo y están afincadas empresas del sector tan importantes como la propia Airbus.
La investigación aeronáutica es algo que viene de lejos. Toulouse participó activamente en la consecución del Concorde, y muchas décadas antes fue la base de l'Aéropostale, la compañía aérea de correos que unía Francia con sus colonias en el norte de África.
Uno de sus pilotos más famosos fue Antoine de Saint-Exupéry, más conocido por escribir Le Petit Prince. Aún se conserva la habitación de Saint-Exupéry en el Grand Balcon, hotel céntrico al lado de la Place du Capitole, donde se alojaban los pilotos de la compañía entre servicio y servicio.
No solo Saint-Exupéry se ha hecho un nombre en Toulouse. Esta ciudad podría tener su propio "Salón de la Fama", por la cantidad de personajes destacados que ha dado al mundo.
El más actual, que aún no tiene monumento ni calle con su nombre pero que no nos extrañaría que pronto lo tuviera, es el nadador Leon Marchand, que con sus cuatro medallas de oro en los recientes Juegos Olímpicos de París se ha convertido en un héroe nacional, ahí, ahí con Napoleón. Nació en Toulouse y se formó en un emblemático Club deportivo de la ciudad, Les Dauphins du Toec, con más de 100 años de historia.
El otro gran Club deportivo de la ciudad, fundado en los mismo años que el de natación, es el Stade Toulousain, uno de los mejores equipos de rugby de Francia, que lidera frecuentemente la tabla clasificatoria, con múltiples ligas y copas de Europa en su palmarés. Su capitán, Antoine Dupont, occitano también, es uno de los jugadores más aclamados y adorados de la selección nacional francesa.
Hay un artista que los toulousains han hecho suyo y que puede costar una guerra transatlántica: Carlos Gardel. Hay dos teorías enfrentadas, la francesa y la uruguaya, acerca del nacimiento de este famoso cantante de tangos.
Mientras que los franceses mantienen como verdad inamovible y universal que este hombre nació en Toulouse con el nombre de Charles Gardes, los uruguayos se rasgan las vestiduras y afilan los cuchillos ante tal afirmación y defienden la teoría que sitúa en su patria el nacimiento del rey del tango, argentino de adopción (en eso al menos, sí se ponen de acuerdo).
Otro hijo predilecto se encuentra retratado en una inmensa fotografía mural sobre una fachada al lado de la Plaza de Saint Pierre. Tras apaciguar a los tolosanos que nos tiraban piedras tras preguntarles de quién se trataba (será como preguntar a un barcelonés quién es Serrat), supimos que es Claude Nougaro, un cantante francés, querido en Francia y venerado en Toulouse, su ciudad natal, que alcanzó sus primeros éxitos en los años 60, época dorada de la Chanson française, y que se codeó con artistas como George Brassens o Édith Piaf.
Ahora sí que sí, lamentablemente, el viaje toca sus últimas notas y nos vamos a despedir a la francesa. No haciendo mutis por el foro sin decir adiós, sino siguiendo las consignas del gorrión de París. Es verdad que asusta volver a la rutina después de estar tanto tiempo en dique seco y entran ganas de cantar je ne veux pas travailler, pero éramos conscientes desde el principio de la temporalidad de esta fabulosa experiencia, de la que estamos plenamente agradecidos y volvemos con las pilas recargadas después de este precioso viaje que nos ha hecho vivir la vie en rose y del que podemos decir non, je ne regrette rien.
¡Nos vemos pronto en España!
Una excelente crónica de vuestra estancia en Toulouse, repleto de información histórica, artística y actual, como nos habéis acostumbrado a lo largo de todo este año de vuestra partida a Argentina. Tendremos un epílogo?