"Llegado ya el momentoooo, de la separacióóón...", cantan los británicos en tono melancólico cada comienzo de año para despedirse solemnemente del anterior. Esta melodía escocesa, tan bonita como triste, contiene sin embargo un poso de optimismo al desear, en el momento de la despedida, que nuestros corazones se unan en uno solo que nunca diga adiós.
Han pasado muchas cosas desde que comenzamos nuestra aventura hace un año. El tiempo pasa y parece que ha sido algo fugaz, pero echando la vista atrás nos damos cuenta y agradecemos todas las experiencias que hemos podido obtener de este viaje. Un viaje que no ha sido solo físico, sino que ha ido más allá, al plano emocional y espiritual.
En datos, han sido 32 los vuelos que hemos tomado, sobrevolando 80.000 kilómetros (dos vueltas al Ecuador terrestre), a los que habría que sumar los 2.500 km dentro de los once autobuses de largo recorrido que hemos utilizado. Once es casualmente también el número de vehículos particulares que hemos conducido, entre los alquilados y los prestados por los dueños de aquellas casas en las que hemos llegado a cuidar de un conejo, dos dragones acuáticos, 14 perros, 19 gatos y una infinidad de plantas, durmiendo en un total de 50 sitios diferentes a lo largo de este año entre hoteles, Airbnb's, casas particulares, caravana y vuelos nocturnos.
Estos aviones, coches, autobuses, ferrys... nos han llevado a conocer 18 países en los que hemos descubierto una gran riqueza y variedad. No todo el mundo come lo mismo, ni tiene los mismos valores, ni los mismos horarios, ni tan siquiera el mismo calendario. Mientras que aquí amanecemos, los kiwis se acuestan tras haber vivido el día que para nosotros acaba de comenzar, y mientras que aquí esperamos con ilusión el año 2025, en Bangkok se preparan para recibir el 2568 (¡en abril!)
El viaje ha quitado telarañas a nuestras neuronas. Nos hemos sentido como esos monos de laboratorio observados por científicos a través de un cristal para ver si son capaces de sacar el cacahuete de alguna caja trucada al enfrentaros a un váter japonés, a una máquina de agua caliente para el mate en Buenos Aires o a los hábitos y costumbres de cada ciudad a la hora de hacer las actividades rutinarias de cada día.
A eso hay que añadirle la dificultad que supone descubrir en cada nuevo hogar dónde se encuentran las cosas. Preparar un café o freír un huevo podían llegar a ser complicados desafíos hasta descubrir dónde se guardan las sartenes, dónde el aceite, cómo funcionan los fuegos...
Eso por no hablar de los "truquis" de cada casa. Mientras que en una tienes que abrir la ventana apoyándote a la vez en la esquina superior derecha si no quieres que se te venga encima, en otra para abrir la puerta hay que tirar del pomo de la puerta hacia arriba con una mano mientras que con la otra giras la llave en sentido contrario a las agujas del reloj o en la siguiente casa es necesario hacer contacto con un pequeño abrebotellas en unos cables que sobresalen del extractor de humos para encender la luz de la campana, etc.
Atrás dejamos no solo nuestros corazones, sino nuestros abrigos, paraguas, gorros, guantes, calcetines... como miguitas de pan de un Garbancito enamorado de la moda. Habrá que volver para recuperar todas estas prendas perdidas, qué le vamos a hacer.
¿Y qué nos llevamos de todo esto? ¿Ha merecido el esfuerzo? Sí. Definitivamente, sí.
Si María fuese una apache, no se llamaría María. Antes de ponerle nombre, la observarían en los primeros años de su vida y la llamarían "La que hace realidad las ideas". Muchas personas nos quedamos en el terreno de las ideas. Lo que hace grande a María es que no se achanta ante todos los obstáculos que debe afrontar para convertir en realidad un sueño. Por eso, cada vez que tiene una idea, tiemblo y me alegro a partes iguales. Tiemblo porque llevar ideas a la práctica no es tarea fácil. Pero también me alegro, porque sus ideas son maravillosas (por muy locas que parezcan al principio).
Gracias a esta apache, un sueño que viene de muy lejos, se ha convertido en una realidad. Con mucho trabajo, mucha dedicación y un espíritu irredento, ha arrastrado a toda su familia a esta magnífica aventura. Con esa labor de hormiguita, una pizca de suerte siempre necesaria para que los astros se alineen y el apoyo de la gente, hemos realizado esta idea que comenzó a fraguarse tras un comentario inocente en la cocina de casa allá por marzo de 2019. Sabemos lo afortunados que hemos sido y estamos muy agradecidos por ello.
La sensación de estar fuera de nuestro día a día ha sido similar a cómo describía un astronauta en la Cité de l'Espace de Toulouse el momento de salir del campo gravitacional terrestre. Tras la tensión y el estrés durante la ascensión del cohete, de pronto, dejas de notar la sensación aplastante de la aceleración para pasar a sentir la ingravidez. Bueno, pues salvando las distancias, podría ser un símil válido. Tras la tensión y el estrés de la preparación, en cuento comienzas la andadura, dejas todo atrás, la gravedad ya no te afecta, y solo tienes que disfrutar y mirar hacia adelante.
Mucha gente nos pregunta con qué nos quedamos de todo este viaje. Los cuatro coincidimos en que nos llevamos una experiencia vital para ser recordada siempre, donde hemos estado más unidos que nunca, con todo nuestro tiempo dedicado a nosotros mismos, para poder conocernos mejor, hablar y generar una auténtica convivencia.
Este año hemos podido celebrar cada uno nuestros cumpleaños en un país diferente, pero María se lleva la palma, levantándose en Hanoi y acostándose en Kuala Lumpur para celebrar su nacimiento con fuegos artificiales de Año Nuevo con las Torres Petronas de fondo (mira qué sencillita, la niña).
Voy a dejar por escrito (aun a riesgo de arrepentirme en el futuro) mi agradecimiento a María por ser "La que hace realidad las ideas". He estado meses antes del viaje angustiado con el miedo a lo desconocido, a embarcarnos en algo tan distinto, a cortar con la rutina. Al final, he pasado de no querer irme a no querer parar, aún mirando de reojo la aplicación de House Sitting, como un yonqui buscando la adrenalina de la aventura.
Nuestro agradecimiento y gratitud a todos lo que han ayudado a hacer realidad este viaje. Hemos sido muy afortunados, tanto por poder llevarlo a cabo como por no haber tenido ningún contratiempo significativo en todo el trayecto, donde solo hemos encontrado amabilidad y belleza.
¡Hasta la próxima!
Pero qué pedazo experiencia más bonita!
Desde luego, habéis tenido que crear muchos nuevos circuitos neuronales, jajaja
De nuevo, muchísimas gracias por haber compartido vuestra experiencia. He disfrutado muchísimo siguiéndoos los pasos
Ah, el nuevo nombre de María muy apropiado!
Nos vemos pronto!
Un texto de diez y un excelente colofón de vuestra aventura vital. Sois unos campeones. Un abrazo