"Rejostio": Dícese del impacto causado por cualquier cambio brusco de las condiciones habituales. Ejemplo: Fue un rejostio pasar de la paz, orden y tranquilidad de Nueva Zelanda a las calles de Hanoi.
Hemos llegado a un planeta distinto. Aterrizar en Vietnam ha sido un shock. María y yo habíamos viajado previamente a Vietnam y sabíamos a lo que veníamos, y aún así necesitamos un par de días para aclimatarnos. Los niños están empezando ahora poco a poco a cerrar de nueva la boca y los ojos tras la sorpresa inicial.
Vietnam es un precioso país lleno de vida, de cultura, de espiritualidad y de belleza, pero eso es algo que vas apreciando poco a poco según te vas acostumbrando tras la primera impresión, que es la de una ciudad masificada (9 millones de habitantes en Hanoi, 2 motos por cada 3 habitantes), calles estrechas llenas de peatones, bicicletas, motos (muchas motos), coches, autobuses y camiones, donde el código de circulación es una exótica y lejana curiosidad e impera la ley de la selva, o casi. Es verdad que hay un mínimo de lógica y entendimiento entre los conductores, pero la regla básica es: "tiene prioridad el que tenga el vehículo más grande... por tu propio bien". Aquí está la carretera, allí tu objetivo. Go! Y que cada cual se apañe un poco como pueda.
Desde que vinimos por primera vez, hace ya casi 20 años, han intentado civilizar un poco este caos, con la construcción de mejores carreteras e incluso autopistas, y, sobre todo, poniendo semáforos en los cruces, que han ayudado, pero tampoco todo lo deseable. Para muchos conductores, especialmente de motocicletas, la luz roja es un bonito adorno que la ciudad ha puesto para desearles buena suerte en el próximo año nuevo lunar.
En estas condiciones, ser turista peatón por Hanoi es deporte de riesgo. La primera vez que conseguimos cruzar la calle, los niños, al comprobar que lo habían conseguido y que seguían vivos, se reían nerviosamente, con la adrenalina a tope, como cuando te has librado por los pelos de que se te cayera un piano de cola encima.
Pero se le va cogiendo el truco a esto de cruzar las calles. Solo hay que pensar con su lógica. El tráfico es algo así como la corriente de un río, continua y que no para. Aquí no se frena del todo ni loco. El peatón debe comenzar a caminar, de manera suave pero con decisión. Ni muy lento ni muy rápido. Y lo más importante: sin variar su velocidad. En ese momento, los conductores de bicis, motos, coches, autobuses y camiones irán ajustando su velocidad y dirección para pasarte por delante o por detrás, igual que el agua del río vadea una piedra. Tú sigues avanzando con aparente tranquilidad, mirando al cielo, encomendándote a quien más quieras, mientras toda clase de vehículos te va pasando por delante y por detrás, súper pegados. Y así fluye el tráfico por aquí. Para todos los que son y el caos que tienen, la cosa funciona, y pocos atascos hay.
Una vez pillado el truco (las primeras veces cruzábamos junto a peatones locales, parapetándonos detrás de ellos), pudimos visitar un poco esta exótica ciudad de Hanoi, capital de Vietnam, llena de historia, de sitios escondidos y de mucha vida callejera.
La vida en Hanoi, especialmente en la parte central del Barrio Antiguo, se desarrolla en la calle. Las viviendas son estrechas y se construyen a lo alto. El impuesto por construcción se calcula por ancho de fachada, así que muchas de las casas de esta zona tienen una anchura mínima, pero pueden contar con cuatro o cinco pisos. La casa más estrecha tiene 80 centímetros de fachada, pero esto es algo exagerado.
Nosotros, por ejemplo, hemos encontrado un alojamiento que tiene la entrada en la planta baja, el dormitorio de los niños en la primera planta, el nuestro en la segunda y la cocina en la tercera. Estamos subiendo y bajando escaleras todo el día.
Muchas casas tienen la vivienda en los pisos superiores y la tienda a nivel de calle. En esta planta baja montan cualquier tipo de negocio: restaurantes, tiendas de souvenirs, talleres de motos, lavanderías... Y como son muy estrechas, se expanden hacia la calle. Las aceras se usan para aparcar motos, colocar las mesas de los restaurantes o las mercancías de las tiendas. Así que al peatón no le queda más remedio que andar entre la circulación, santigüándose a cada paso.
No solo el negocio está en plena calle, sino que es ahí donde hacen vida. Entre la falta de espacio en la casa y el calor que suele predominar, los comerciantes se sientan, comen, fuman, charlan, trabajan y juegan en la acera, frente a su tienda, esperando clientes. Si vas caminando por la acera tendrás que ir sorteando motos aparcadas, propietarios de restaurantes desplumando pollos o cortando pescado en filetes o directamente lavando y secando los platos en barreños.
El primer día nos unimos a un Free Tour en español. Se agradece escuchar las explicaciones en español. Escuchar a un guía vietnamita hablando inglés es un esfuerzo grande y a mitad de explicación tu concentración decide tomarse unas vacaciones y empiezas más a pensar en dónde podrías cenar esa noche o quién ganará Eurovisión este año.
El tour nos sirvió para situarnos un poco en la ciudad, tanto para conocer sus puntos más importantes como para saber un poco de su cultura. Fueron especialmente interesantes las explicaciones de nuestra guía sobre el mundo espiritual y funerario así como sobre los rituales de casamiento.
El color del luto es el blanco. Tienen códigos de vestimenta en el funeral para que todo el mundo sepa si eres el cónyuge, el hijo, un sobrino o si tan solo el bisnieto tercero. El luto dura tres años, y en ese tiempo no está permitido hacer nada especialmente festivo o divertido. Por ejemplo, la guía nos contaba cómo un amigo suyo rechazó ir a su boda porque aún estaba en tiempo de luto y no quería llevar mala suerte a su celebración (como curiosidad de las bodas, la novia se cambia al menos cuatro veces de vestido, y a veces hasta seis. Los vestidos de novia, al igual que el del novio, son de color rojo, color de la buena suerte).
El coche fúnebre desplaza el ataúd (entierran más que incineran, pues consideran que necesitarán el cuerpo en el otro mundo) hasta el cementerio, donde en lugar de lápidas construyen mini pagodas sobre las tumbas. Durante el trayecto al cementerio, los familiares tiran dinero por las ventanillas desde los coches, billetes de poco valor, un peaje para que los espíritus dejen pasar sin problemas al difunto al otro mundo. (Coger esos billetes pequeños de la calle trae mala suerte).
El tema de la buena o mala suerte está muy presente. Son bastante supersticiosos, y están continuamente llevando a cabo rituales para atraer la buena suerte y alejar la mala. La guía nos contaba cómo en su barrio todo el mundo tiraba sin contemplación la basura a un callejón, donde se acumulaba a pesar de los carteles de prohibición municipales amenazando con sanciones. Sin embargo, desde que pusieron unas imágenes de Buda se acabaron las montañas de basura, pues nadie se atrevía a tirarla a los pies de un dios y atraer sobre él toda clase de calamidades.
Lo de la buena suerte se está viendo mucho estos días en Hanoi, donde el 10 de febrero comienza el nuevo año lunar (Fiesta del Tet). Vivimos el inicio de 2024 en Nueva Zelanda, 12 horas después el de España, y 40 días después, volvemos a recibir el 2024 en Vietnam.
Esta es la fiesta más importante de Vietnam. Tienen todas las calles y casas decoradas para la ocasión. Hay una mentalidad de "borrón y cuenta nueva", así que limpian y purifican para echar todo lo malo y comenzar con buen pie el nuevo año, que además es Año del Dragón de Madera, uno de los más importantes dentro de los 12 animales que utilizan alternativamente cada año (tienen lugar más nacimientos durante los años del dragón, intentando así que los hijos nazcan bajo este signo de poder).
Durante estos días previos al comienzo del nuevo año lunar tienen lugar diferentes rituales de ofrendas a los antepasados. Hay un culto generalizado a los ancestros, a los que tratan como santos protectores. Viven en otro mundo en el que también necesitan las cosas materiales de este, como casa, comida, dinero... Es por ello que tienen altares en sus casas donde veneran a sus ancestros, y les ofrecen todo tipo de ofrendas, para que no les falte de nada. Y cuando decimos todo tipo, es todo tipo: fruta, cerveza, galletas, whisky, tabaco, dinero...
Incluso queman dinero falso para que, a través del humo, les llegue a estos santos protectores y aseguren la protección y la buena suerte de la familia durante el resto del año.
Esto del humo explica también que prendan varitas de incienso en los templos y pagodas cuando van a rezar para comunicarse con sus antepasados. El humo que produce el incienso al quemarse asciende al cielo llevando sus plegarias.
Otro ritual estos días en Hanoi es soltar pequeños peces carpa en las aguas de los muchos lagos o ríos que hay en la ciudad, pues la creencia es que se convierten en dragones que ayudarán a los seres queridos a ascender al cielo.
Por el momento estas son algunas de las cosas más llamativas que hemos podido observar en nuestros primeros días por Hanoi. Haremos un par de excursiones a regiones próximas a Hanoi que seguro que nos descubren muchos más secretos.
El contraste me lo imaginaba, pero.... "del dicho al hecho..." Yo seguiría aun con la boca abierta.
Marcos os va a alcanzar, cuando volváis (si lo hacéis, jajaja) no les vamos a conocer.. David también le veo cambiado...
Disfrutar y que sepáis que os sigo con mucha, mucha, mucha envidia.
Cómo me ha gustado esta crónica. Qué cultura tan interesante y ancestral. Ya he visto que en algún altar han dejado latas de Heineken….😄. Cómo cambian los rituales de u.n sitio a otro, es fascinante. Seguid contándonos historias de estas que aprendemos mucho! Besazo!
¡Menudo contraste entre Nueva Zelanda (sobre todo la Isla Sur) y Hanoi! Para los niños ha tenido que ser un impacto tremendo…. Esperamos con muchas ganas la crónica de las escapadas fuera de Hanoi.