Conociendo Malasia
- Diego García García
- 17 mar 2024
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 23 mar 2024
Visitando diversas zonas de Malasia, nos hemos dado cuenta de que lo que ha marcado el carácter de esta nación ha sido su situación geográfica como puerto natural desde el que pivotaba el comercio entre Europa y Asia.
Desde Kuala Lumpur nos hemos desplazado a tres zonas muy distintas del país: Melaka, Cameron Highlands y la isla de Penang. Son tres regiones alejadas entre sí, muy distintas, pero que al mismo tiempo comparten una misma razón histórica: el comercio incesante de productos de una punta del mundo a la otra.
Malasia se encuentra posicionada muy estratégicamente entre el subcontinente indio y la zona de extremo oriente (Vietnam, China...). Durante siglos, comerciantes provenientes de China por un lado, y de Sri Lanka y diversos reinos indios por otro, se fueron asentando en distintos puntos de la península malaya. Que si yo te llevo curry y tú me traes té y aquí entre medias tan a gustito que nos entendemos.
Este va y viene de mercaderías, especias, telas, etc no pasó desapercibido a las diferentes potencias europeas que comenzaban a imponer su hegemonía en el mundo. Primero vinieron los portugueses (ss. XVI-XVII); más tarde, los holandeses con la Compañía Holandesa de las Indias Orientales desplazaron a los portugueses desde la segunda mitad del siglo XVII hasta principios del XIX, momento en el que los ingleses tomaron el relevo como potencia colonizadora en estas tierras, dejando para los holandeses lo que más tarde sería Indonesia.
De Kuala Lumpur nos desplazamos a Melaka (o Malacca), ciudad portuaria al sur de Malasia, cerquita de Singapur, la punta de este curioso apéndice del continente asiático con forma de aguijón de escorpión.
En esta ciudad se fueron asentando chinos e indios al calor (nunca mejor dicho) del comercio incesante entre sus dos mundos. Tanto negocio hubo, que los portugueses intentaron por la vía diplomática hacerse un huequito; y como por las buenas no lo consiguieron, mandaron a varios Joao y Paolo a bordo de sus carabelas para conquistar Melaka por las bravas en nombre de Manuel I, renombrando la ciudad como Malacca y aportando mucho dinerito a las arcas de la Corona portuguesa. Más de un siglo después, siguió la misma tónica, pero cambiando la potencia colonizadora: los holandeses se la arrebataron a los portugueses y a aquellos, los ingleses. No fue hasta 1957 cuando Malasia obtuvo la independencia de la Corona inglesa.
Y todos esos siglos de mezcla de culturas y religiones han dejado su impronta en las calles de esta calurosa ciudad que domina la entrada del Estrecho de Malaca: pagodas, iglesias y mezquitas conviven con absoluta normalidad. Tan pronto te despierta de madrugada el imán llamando a los fieles a la oración de la mañana (como turista, me encanta; pero si tuviera que vivir aquí, creo que no lo llevaría tan bien) como te encuentras las festividades eternas del año nuevo chino u oyes el repicar de las campanas de la iglesia.

Una de las cosas más interesante de Melaka es pasear por el centro del barrio antiguo, donde se asentaban todas las "casas-tienda-almacén" de los comerciantes. Se trata de antiguas y grandes construcciones, pegadas unas a otras, a orillas del río a través del cual se introducían las mercancías desembarcadas de los barcos anclados en el estrecho, que se utilizaban de manera muy practica para todo: en la planta de abajo a nivel de calle, la tienda; en la parte trasera, el almacén de las mercancías; y en la planta superior, la vivienda. Muchas de estas Shophouses se han reconvertido en agradables restaurantes, cafeterías u hoteles con mucho encanto en los que los acalorados turistas nos refugiamos del calor tropical en una búsqueda desesperada de aire acondicionado y Coca-Cola helada, sin olvidarnos de que es en gran parte gracias a este tipo de construcciones tan particulares por lo que Melaka ha sido nombrada Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Con estas temperaturas no es de extrañar que haya mucha vida nocturna. Los fines de semana tiene lugar una de las principales atracciones turísticas de Melaka: el mercado nocturno de Jonker Walk, en el barrio chino, paralelo al río, escenario para los paseos nocturnos en cruceros para observar las famosas shophouses y el arte callejero que adorna sus paredes.

Jonker Walk es una kilométrica calle en la que se colocan numerosos puestos por la noche que ofrecen todo tipo de comidas y productos. Es una imagen que nos hemos encontrado por toda Asia, la de los puestos callejeros donde se cocina y se sirve todo tipo de alimentos, muchos de los cuales desconocemos lo que son, en mejores o peores condiciones (no pasa ni uno una inspección, eso ya os lo decimos) pero todos con una pinta y un olor increíbles.
Otros ejemplos de la multiculturalidad que mencionábamos son la mezquita Masjid Selat y el templo budista de Cheng Hoon Teng.
La Masjid Selat es una mezquita de reciente construcción que se encuentra enclavada en una isla artificial construida exprofeso para albergarla y que cada día atrae a cientos de turistas para contemplar los reflejos del atardecer en su cúpula mientras el imán vuelve a entonar por quinta vez en lo que va de día un precioso canto de llamamiento a la oración.
El templo de Cheng Hoon Teng es de los más antiguos de Malasia, y cuenta también con una bonita ornamentación con motivos chinos, imágenes de dragones, serpientes, budas sonrientes... Se encuentra en Harmony Street, así denominada por albergar varios centros de culto de distintas religiones.
Coincidió nuestra visita a este templo con la oración guiada por unos monjes budistas, quien a golpe constante y rítmico de cuenco entonaban unos versos que los fieles desde atrás, arrodillados, seguían atentamente, juntando las manos, balanceándose hacia delante y hacia atrás. En un momento dado, monjes y fieles se pusieron de pie y empezaron a dar vueltas en zig zag, en fila india, unos detrás de otros, cargando ofrendas (frutas, cestas, flores...) mientras seguían entonando sus oraciones.
Poder presenciar en un mismo punto geográfico todos estos rituales religiosos, tan distintos unos de otros pero con un mismo sentimiento de espiritualidad y de plegaria pidiendo por salud y prosperidad, te enriquece y hace que te des cuenta de lo curioso y variado que es el ser humano, y las formas expresivas tan distintas que tiene de sacar afuera sus miedos e incertidumbres, buscando la paz y la tranquilidad interiores (como nos dijo un guía haciendo un símil informático: "para eliminar de nuestro interior las cookies que arrastramos").
Para restarle paz y solemnidad a la ciudad no hay más que acudir a la Plaza Holandesa, plaza central de edificios pintados de un rojo característico, donde se agolpan para deleite de los locales multitud de tuk-tuks recargados de peluches y cojines con motivos de algún personaje de dibujos animados (Doraemon, Hello Kitty, Bob Esponja...) llenos de luces parpadeantes y con gigantescos altavoces desde los que sale suena a todo volumen Lady Gaga o Eminem. A los turistas locales malayos les fascina darse una vuelta en uno de estos discretos vehículos.

Nuestra siguiente parada, por cambiar un poco de tercio y refrescarnos un poco, fue a la zona montañosa de Cameron Highlands, una tierras prácticamente ocupadas en su totalidad por las plantaciones de té.
Al parecer, Cameron Highlands era donde los ingleses buscaban refugio del calor de Kuala Lumpur, una especie de Guadarrama o Cercedilla de la época.

Estas montañas están rodeadas de jungla por un lado (donde se puede realizar algún pequeño sendero desde el que escuchar a lo lejos a los monos discutir salvajemente) y por las plantaciones de té, por otro.
Las colinas están prácticamente todas ocupadas por plantaciones de árboles de té. Las hojas de té se obtienen de un árbol que si lo dejas crecer de manera natural puede llegar a los dos o tres metros. Sin embargo, para poder recolectar mejor las hojas, los mantienen siempre a una altura de un metro como mucho, y se asemejan más a plantas o arbustos.

La excursión "obligatoria" en esta zona es a las plantaciones de la empresa "Boh", una de las productoras de té más reputadas de Malasia.
En esta excursión te explican todo el proceso para que la Condesa de Worcester-Ledbury in the fields pueda disfrutar plácidamente de su té de las cinco con la debida calidad, desde la plantación de la semilla del árbol en tiestos, a la recolección de las hojas de té para su procesamiento en la fábrica y posterior embolsamiento.

Lo primero de lo que te advierten al llegar es de que no te alejes demasiado entre los arbustos de té, y que no te salgas de los senderos marcados. Yo pensaba que era para que no te perdieras o para que no estropearas las hojas, pero luego me enteré de que era porque a los escorpiones y serpientes venenosas les encanta vivir entre los arbustos de té (menos mal que esa información me la dijeron al final de la visita, que si no, no salgo de la furgoneta). Por ese motivo, los recolectores de té trabajan con botas altas, guantes hasta los codos, y con la cara totalmente tapada y protegida.
En plantaciones muy selectas, aún se recoge la hoja de té a mano. Pero eso hace que su precio sea elevadísimo. Lo habitual es emplear máquinas cosechadoras o una maquina parecida a unas enormes tijeras de podar que recogen la hoja y la embolsan dentro de una cesta.
Esas hojas se meten en grandes fardos que se deslizan hasta un punto bajo de la plantación a través de tirolinas, desde donde los cargan en un camión para llevarlos hasta la fábrica. La producción es de 12.000 kilos diarios.
Una vez en la fábrica, introducen las hojas en máquinas que las estrujan y retuercen para que suelten el líquido. Se someten a una alta temperatura y con ese jugo que sueltan realizan un proceso de fermentación.
A continuación, depositan las hojas deshidratadas y estrujadas en grandes bandejas y las someten a un proceso de oxidación. Es en este momento, según las dejen al aire más o menos tiempo, cuando elaborarán té blanco, verde o negro, dependiendo del nivel de oxidación. Todos los tés provienen de la misma hoja, no son diferentes tipos de árboles.
De ahí a las máquinas embolsadoras-empaquetadoras y a los camiones que los llevarán a las tiendas o al aeropuerto, para que puedan llevarlo a tiempo y en condiciones a la Condesa de Worcester-Ledbury in the fields.

Por último, nos desplazamos a la isla de Penang, al norte del país, cerca de la frontera con Tailandia, que se encuentra tan cerca del continente que la han unido a través de dos puentes kilométricos, de 13 y de 26 kilómetros, respectivamente.
En Penang nos alojamos en el piso 24 de uno de los múltiples rascacielos que les encanta construir a los malayos. Más preciso sería decir que no fue en el piso 24, sino en el 23A. Todos los edificios de Malasia evitan poner el 4 en el ascensor, por considerarlo un número de mala suerte. Así, te encuentras el piso 3A entre el 3º y el 5º, y luego el 13A en lugar del 14, el 23A, el 33A, etc.
En la isla de Penang destaca en su parte norte la ciudad de Georgetown, que junto con Melaka son las dos ciudades del Estrecho de Malaca nombradas Patrimonio Mundial por la UNESCO por su arquitectura y su famoso arte callejero.


No solo eso comparte con la ciudad de Melaka, sino que también fue un importantísimo punto comercial que atrajo multitud de inmigración de todas partes de Asia, pero especialmente de China y del subcontinente indio. Esta influencia aún se percibe hoy por las calles, con sus calles llenas de mezquitas y templos budistas.
La influencia china se observa especialmente en la gastronomía de la zona, la cual se considera de las más ricas y especiales de toda Malasia. Los habitantes de Georgetown presumen de que vengan vuelos de todas partes de Asia cargados de turistas tan solo para pasar el fin de semana y disfrutar de sus platos.
Seguimos con celebraciones del nuevo año chino, pero esta vez celebraban ya su final. Coincidió nuestra estancia con el Chap Goh Meh, la celebración que pone el punto final a semanas de celebración del nuevo año.
Debido a la gran cantidad de descendientes chinos que habitan esta ciudad, y la gran influencia que tiene China en toda Asia, y en Malasia en particular, esta celebración es muy bulliciosa y concurrida en Georgetown. En la explanada del puerto nos dimos cita con media isla, y pudimos observar una buena cantidad de actuaciones, desfiles y fuegos artificiales.
La que más nos fascinó fue la actuación de cuatro chicos realizando malabares con fuego.
Y la que más nos llamó la atención por su ritual fue la búsqueda jóvenes solteras de su "media mandarina".
Bajo un sol abrasador, que pensábamos que nos íbamos a fundir, vimos cómo procedían a poner unas cajas gigantes en el mar, amarradas a las rocas para que no se alejaran. Desde el paseo marítimo, jóvenes solteras que buscan pareja se encargan de lanzar mandarinas en cuyo interior han introducido un papel con su número de teléfono. Algunas mandarinas caen en la caja, otras se pierden por ahí, dependiendo de la puntería de nuestras particulares Michael Jordans asiáticas. Luego sueltan las amarras, y la caja viaja arrastrada por un barco a la otra orilla, donde los jóvenes esperan impacientes recoger la mandarina que les saque de su soltería.
Esta es la tradición, que se ha quedado como un divertido ritual que realizar en este festival del Chap Goh Meh, pero suponemos que en el día a día l@s jóvenes asiátic@s se buscarán la vida de alguna forma más práctica.

Y visto Georgetown por dentro, queda ver Georgetown desde arriba. Y para eso lo mejor es subir a Penang Hill, una colina enorme a las afueras de Georgetown que puedes elegir si subir a pie y morir en el intento o pagar el moderno funicular eléctrico que recorre en cinco minutos los dos kilómetros de su recorrido y asciende hasta los 800 metros de altitud, con unas pendientes de vértigo.
Una vez arriba se puede contemplar la ciudad de Georgetown y alrededores, incluyendo los dos puentes kilométricos que unen esta isla al continente asiático. Y si te aburres de la vista, puedes caminar por alguno de los senderos que recorren esta colina, viendo cómo los monos intentan arrebatarte algún bocata que tengas por ahí perdido en la mochila (y suerte si solo ves monos, porque esta colina está llena de fauna que mejor no encontrarse)

No podíamos despedirnos de Penang sin visitar el templo budista de Kek Lok Si (otra cosa no, pero en Asia, templos los que quieras).
Kek Lok Si es tremendamente grande y muy bonito. El caso es que estaba iluminado para la ocasión, por el tema del nuevo año (durante un mes mantienen esta iluminación especial) y digamos que hay momentos en que el gusto estético asiático no coincide con el nuestro. Sin ánimo de ser irrespetuosos, había ciertas partes del templo que se parecían más a los casinos de Las Vegas o a un jardín de los que vimos en Nueva Zelanda llenos de Papá Noeles de luces.


Pero, para ser justos, hemos de decir que esta sensación de "os habéis pasado con las luces" la tuvimos más a la entrada. Según fuimos subiendo escaleras (y dale con los escalones, cómo les gusta a esta gente) debió de darles más pereza a los monjes poner luces y el templo fue ganando mucho. Pudimos así apreciar mejor las figuras de los budas, las decoraciones de los altares, de las columnas, de las campanas... y ver los rituales de los feligreses que se acercan a pedir.

Por ejemplo, muy prácticos ellos, ya tienen puestos en papelitos los deseos más comunes (encontrar pareja, que vaya bien el embarazo, los exámenes, un nuevo trabajo...), así solo tienes que ofrecer un donativo, coger tu papelito y colgarlo en una especie de árbol de los deseos. Y si no quieres dejar por escrito tu deseo, puedes pedirlo mentalmente y darle con un mazo tres buenos toques a una campana enorme que resuena por todo el templo llevando tu plegaria en cada repique.
Así cerramos nuestro capítulo de Malasia, con muchos buenos deseos en los múltiples templos que encontramos, y degustando platos curiosones que no terminamos de saber muy bien ni qué son ni cómo están hechos (sorpresa, sorpresa).
¡Qué maravilla!! No tenía muy claro si conseguiriais dejar Nueva Zelanda! Jaja
María, a por el Premio Pulitzer!!
Diego, nuevo proyecto, curso fotografía! Vemos muy poco a María, estando casi siempre detrás del objetivo jaja
Marcos, Jaimete te envía muchos abrazos, y está emocionado con vuestra aventura!
Jimena era muy cani aunque le pregunte y me dice que sí recuerda a David.....creo que es para que la deje en paz jaja
Pero yo me acuerdo de todos, y me siento orgullosísima de haberme cruzado en vuestro camino, no hay nadie mejor persona y amigo que vosotros.
Un abrazo enorme.
Las fotos muy bonitas y artísticas. Se notan los cursos de fotografía de María! los textos muy divertidos, como siempre. Diego tiene vena de escritor y de actor (la foto de Juan Valdez del té es muy simpática)