Bangkok
- Diego García García
- 23 mar 2024
- 8 Min. de lectura
Pensábamos que en Malasia habíamos pasado calor... pero no era más que un pequeño aperitivo de entrenamiento para Bangkok.
No sé si "Bangkok" significa algo en antiguo Thai, pero para mí que debe de ser algo así como "horno de cocción lenta donde se cocinan los turistas al papillote".
Hemos terminado en Bangkok de rebote, pues no estaba en nuestros planes iniciales. Lo que ocurre es que en un primer momento nos dijeron que los niños no podrían realizar su primer examen presencial en Kuala Lumpur, y hala, como quien se va a la vuelta de la esquina dijimos que No problem, que a Tailandia pues, que está al ladito, y así nos damos una vuelta. Y con la tontería del examen en Bangkok, pues aprovechamos y nos quedamos un tiempo por este país.
Bangkok es una megalópolis que bastante bien organizada está para todo el mogollón que hay. Gigantesca. Nuestro apartamento estaba a 10 kilómetros de la zona turística y, viendo el mapa, está en pleno centro de la ciudad.
Seguimos visitando templos. Pero esta vez, cambiamos el estilo. Ya no son templos estilo "chino-taoísta", sino budistas tailandeses, muy característicos y con una firma propia inconfundible. Destacan los techos, que se construyen superpuestos, como si de cada uno saliera el siguiente, y acabados todos en unas puntas que parecen llamas de fuego.

A esta arquitectura característica hay que añadirle la ornamentación: enormes "serpientes-dragones" llamadas Nagas, deidad hindú y budista, de una o varias enormes cabezas con amenazantes fauces abiertas, que se esculpen a lo largo de toda la escalera que lleva al altar del Buda, a modo de pasamanos, que protegen y guardan el templo.
Un inciso: hablando de "serpientes-dragones", nos fascinó un parque del centro de Bangkok, el Parque Lumphini, que es como El Retiro, pero en lugar de ardillas tiene varanos sueltos, así que ojito con quedarse dormido a la sombra de los pinos.
Todos esos templos están recargados de metales y cristales muy brillantes y dorados, parecen un tesoro de película de piratas, con oro, piedras preciosas... (que es puro efecto, pues es vidrio de colores y capita de pintura color oro).
En ocasiones sí que es oro de verdad. En Bangkok se encuentran figuras de Buda altamente valiosas, hechas de oro macizo, de jade... o bien bañadas en oro o recubiertas con pan de oro, como es el caso del Buda reclinado de Wat Pho ("Wat" significa "templo") el cual se encuentra al lado del Palacio Real, a las orillas del enorme río navegable que cruza la ciudad, el Chao Phraya.
Wat Pho es un conjunto enorme de edificaciones, templos y patios donde los monjes meditan y realizan imperturbables sus oraciones mientras los turistas nos agolpamos cámara en mano maravillados por todo: la decoración de los templos, las esculturas, los patios...


En uno de los edificios principales del templo se encuentra la estatua de Buda reclinado más grande de Tailandia, de 46 metros de largo y 15 metros de altura, que te hace sentir como uno de los liliputienses que ataban a Gulliver.
Es una estatua impresionante, encajonada dentro del edificio, de punta a punta, metida milimétricamente con calzador, recubierta en su totalidad con pan de oro. Vale una fortuna, pero no está muy vigilada, porque no es sencillo llevársela en la mochila.

A los lados de la estatua se ha dejado un pasillo por el que los turistas desfilamos e intentamos realizar imposibles fotos de cuerpo entero del Buda buscando el ángulo adecuado. Además, no solo hay turistas, pues no deja de ser un templo con una estatua sagrada a la que muchas personas se acercan a venerar.

Al ladito de Wat Pho se encuentra el Palacio Real, otro entramado de edificios que mandó edificar el primer rey de la dinastía actual de Tailandia, los Rama. A finales del siglo XVIII tomó el poder aprovechando la muerte del general al mando en una de las muchas batallas contra los birmanos, trasladando la capital del reino a Bangkok desde la cercana ciudad de Ayutthaya (a 80 kilómetros), la antigua capital del Reino de Siam, cuyos restos arqueológicos tuvimos también la oportunidad de visitar en una escapada de un día.

El Gran Palacio de Bangkok fue construido a imitación del de Ayutthaya.
Este complejo palaciego consta de infinidad de edificios, pero los más visitados por los turistas son tres: El Wat Phra Kaew (el templo del Buda Esmeralda), el fabuloso palacio Chakri Maha Prasat (palacio más moderno), y a su lado el Dusit Maha Prasat.

Lo que tienen en común todos estos edificios es que están llenos de turistas hasta la bandera y que hace un calor espantoso. Podrían hornearse pizzas en cada uno de los escalones de cada edificio (siguen empeñados en que no perdamos nuestras clases de Step).
El Wat Phra Kaew es el templo budista más importante de Tailandia, donde se encuentra el Buda Esmeralda, una pequeña figura de jade en posición meditativa, de apenas poco más de medio metro de altura, puesta en lo alto de una columna. Nadie puede acercarse a ella, salvo el monarca, que se encarga de cambiarle la ropita, como si de una Nancy Buda se tratara, tres veces al año, coincidiendo con cada cambio de estación climática (verano, invierno y época de lluvias).
Entrar dentro del Wat Phra Kaew es un agobio de los buenos (y mira que estamos acostumbrados al Metro en hora punta). Los creyentes se agolpan y se pelean a codazos por hacerse un sitio en primera fila y pedir la expiación de sus pecados (empezando por el último: el codazo que le acaban de meter a un pobre niño para realizar sus oraciones. Mi hijo aún está traumatizado; es que el pobre no suele coger el metro).



Si consigues salir del templo entre apretujones, puedes continuar la visita admirando otro de los edificios más atractivos del complejo: el Chakri Maha Prasat.
Se trata de un palacio más moderno, construido a finales del siglo XIX por Rama V (ya van por Rama X, como las películas de Rocky). Es imponente, y se sigue utilizando actualmente para intentar deslumbrar a los líderes mundiales que vienen de visita. Es una interesante mezcla arquitectónica del mundo asiático con el europeo, pues mientras que el techado sigue el patrón de los templos tailandeses, la parte inferior es claramente imitación de los palacios reales europeos, con escaleras de doble entrada, faroles majestuosos... (pero con toque asiático: por ejemplo, en lugar de leones o águilas en las escalinatas, pues elefantes).
Justo al lado tenemos el Dusit Maha Prasat, más antiguo, construido por Rama I. Actualmente tiene una curiosa función: se utiliza para conservar el cuerpo de reyes y miembros de la familia real antes de incinerarlos, para que la gente pueda acudir a mostrar sus respetos (el último fue Rama IX, no hace mucho, bastante querido, al parecer un poco más que su hijo, Rama X, cuya imagen está hasta en la sopa por toda Tailandia).

Deseosos de un poquito de sosiego tras la locura turística del Gran Palacio, nos dirigimos a las orillas del Chao Praya, desde donde se puede coger por unos céntimos un ferry-autobús que va haciendo paradas a lo largo del río, y así poder llegar a otro templo, el Wat Arun, situado en la orilla de enfrente.
Wat Arun sigue una pauta distinta al resto de templos budistas tailandeses. Tiene más parecido con los clásicos templos hinduistas indios, de los que salen en las películas en los que van a incinerar a una pobre esposa del maharajá, antes de que Willy Fogg la salve in extremis.


Se trata de un conjunto de cinco torres, con forma cuadrada. Gran torre central en el medio y cuatro en las esquinas, un poco más bajitas. Todas ellas, de forma piramidal cuadrada, simbolizando cada planta el ascenso a los cielos (más escaloncitos).

Es un templo bellamente decorado que destaca especialmente al atardecer, donde la luz le da unas tonalidades suaves rojizas que permiten admirar con más detalle las esculturas talladas en la piedra. De hecho, es tan bonito es ese momento del día, que alquilan vestidos y complementos tradicionales para hacerse fotos. Muchos novios se acercan al templo con fotógrafos profesionales, vestidos con trajes de ceremonia, para hacerse su book de boda (supongo que utilizarán luego el Photoshop para borrar los turistas con la camiseta sudada, que le resta glamour).

El Chao Phraya es el gigantesco río navegable que recorre el país de norte a sur y desemboca cerca de la ciudad de Bangkok, en el golfo de Tailandia. No solo se utiliza para el transporte y comercio de mercancías, sino que se ha convertido en un gran recurso de ocio para los turistas.
Enormes cruceros iluminados como discotecas circulan por sus aguas ofreciendo un recorrido fotográfico, o incluso la opción de comer o cenar a bordo. Una horterada así no podíamos dejarla pasar.
Empezamos fuerte. Todos los pasajeros esperamos en el muelle a que el barco entre "majestuosamente" al ritmo de la banda sonora de "Misión Imposible" (no es inventado, es real), mientras la tripulación saluda solemnemente desde la borda mano a la visera, cual revista militar. A la música y puesta en escena del personal hay que sumarle los focos de luces rojas, verdes, violetas...
Cuando ya creíamos haberlo visto todo, desembarcan marineros ataviados como si fueran a casarnos en la serie "Vacaciones en el mar", acompañados de un hombre y una mujer con los trajes tradicionales tailandeses, que se colocan en un photocall para aquellos que quieran (y se atrevan) a tener un maravilloso recuerdo de sus días en Bangkok.
Ironía aparte, al final resultó mucho más agradable de lo que prometía en un principio. En primer lugar, los niños estaban fascinados con toda la puesta en escena (y más cuando vieron en la cubierta todos los platos de buffet libre a su disposición - ahí es donde nos resarcimos del precio de la excursión). Y luego, resultó estupendo navegar por el río, más fresquito a esa hora de la noche que el interior de la ciudad, mientras cenábamos contemplando todos los templos, esculturas y palacios a orillas del río y puentes que lo cruzan (no son los de París, pero se defienden bastante bien), todo muy bien iluminado.
El día antes de dejar Bangkok, nos hablaron de un templo de construcción tan reciente que si te guías por webs turísticas anteriores a 2022 ni lo mencionan. Se trata de un templo con un Buda Gigante de 70 metros de altura, en posición sedente con las piernas cruzadas.

El Buda es espectacular por su envergadura. Pero no es el único atractivo. Detrás de esta gigantesca escultura se encuentra un templo de cinco plantas que no deja indiferente. Especialmente surrealista es la última planta donde, en un intento de reflejar que has alcanzado el cielo en tu ascenso al 5º piso, encontrarás una cúpula celestial adornada con imágenes de Budas serenos y meditativos, estrellas y un gran círculo concéntrico de estrellas color verde criptonita justo en el centro de la bóveda, que harán que pienses que han venido los alienígenas a llevarte a su planeta.

Nos encantó también poder recorrer las afueras del templo buscando un lugar con perspectiva para poder fotografiar al gigantesco Buda de cuerpo entero.
Nos adentramos en un auténtico barrio popular de Bangkok a orillas del río y apreciamos una vida más auténtica en las casas de madera sobre pilares en el río, alejadas de la zona turística, con los niños jugando en las calles, los adultos echados en hamacas fumando o viendo la tele tras la jornada laboral, o cocinando la cena de esa noche. Fue curioso poder callejear un poco por aquel lugar. Además, tuvimos premio, pues encontramos un magnífico punto para tomar unas maravillosas fotos.

Dejamos ahora la calurosa y ruidosa Bangkok rumbo al norte del país, para visitar las ciudades de Chiang Mai y Chiang Rai, en busca de un poco más de fresquito, elefantes y más templos (para no variar).
Este reportaje ha sido de los mejores, me ha encantado Bangkok y ahora solo puedo pensar en ir jajajaja
Seguid disfrutando!! Un abrazo
Javier
Ante tanta belleza, no sé cómo no habéis sufrido aún el “síndrome de Stendhal”! Menos mal que estáis escribiendo el blog, porque si no la multitud de imágenes y de sensaciones se agolparía en vuestra cabeza una vez terminada vuestro viaje y os sería complicado recordar los sitios y las emociones vividas! Un fuerte abrazo
Gracias por el reportaje , me ha encantado leerte.