Nos movemos de la provincia de Santa Cruz, al sur de la Patagonia, a la provincia patagónica norteña de Río Negro, a la ciudad de San Carlos de Bariloche, conocido destino de los amantes del esquí y del chocolate. Es una Suiza argentina, en todos los sentidos. Se la ve turística, adinerada, y con unos paisajes de lagos, montañas y casitas que cualquiera diría viendo solo una fotografía que nos hemos ido a tierras de Heidi.
Como siempre, parece viendo el mapa que te mueves aquí al lado, dentro de la Patagonia, pero hay una distancia entre Bariloche y El Calafate equivalente a la que hay entre Barcelona y Londres. Desde que estamos aquí nos ha cambiado la perspectiva sobre lo que es una larga distancia. Dos horas de avión nos parecen ahora un pequeño paseo, y si el supermercado está a menos de 100 kilómetros soy hasta capaz de volver porque se me olvidó el pan. De hecho, dato curioso, nos hemos encontrado en muchos de los sitios en los que hemos estado con la famosa (aquí al menos) Ruta Nacional 40 (RN 40), una carretera que recorre prácticamente la mayor parte de Argentina de norte a sur a lo largo de 5.200 km (algo así como irte de Cádiz a Moscú y aún me sobran kilómetros).
En San Carlos de Bariloche se pueden hacer tres cosas (aparte de comer chocolate): visitar cerros, visitar cerros o visitar cerros. Es un sitio precioso en la costanera del inmenso y bello lago Nahuel Huapi, en mitad del Parque Nacional... efectivamente: Nahuel Huapi (seguimos con carestía de imaginación). Es una región de lagos rodeados de montañas boscosas de cumbres nevadas y poblado de islitas cuquis en mitad de estos lagos. Es un paisaje de ensueño, de postal, de las que te venden con los póster de Canadá o Alaska.
Lo que decía de visitar cerros o visitar cerros es medio verdad medio tontería nuestra. Es un sitio para recorrer los senderos de los bosques, ya sea andando o en bicicleta, para navegar por los diferentes lagos circundantes o para lo dicho, subir a los cerros que los rodean. Cerca de nuestra nueva casa hay tres cerros principales: el Cerro Catedral, que es una estación de esquí a la que hay que ir equipado para la ocasión (descartado, que casi casi llegamos aquí hasta sin abrigo); el Cerro Otto, al que se accede por teleférico, con una confitería arriba que va girando lentamente 360º (lamentablemente, se pasa la mitad del tiempo cerrado por fuertes vientos, y estos días no han sido una excepción); y, por último, el Cerro Campanario, que se trata de un sitio perfecto para nosotros, pues no hay que subir hasta las nieves perpetuas, pero subes lo suficiente con un telesilla ("aerosilla" para los argentinos) como para obtener unas magníficas vistas del entorno.
Otro gran atractivo del lugar es recorrer el Parque Llao-Llao, recorriendo lo que aquí se conoce como el Circuito Chico, una carretera circular que recorre todo el parque, pasando por todos los miradores y puntos de interés. Aquí tienes multitud de senderos preciosos que dan a parar a los miradores de diferentes lagos o bonitos bosques de arrayanes (árboles característicos de la Patagonia, de madera roja, muy curiosos), por ejemplo. La verdad es que nos confiamos con la hora y se nos echó encima el tiempo, pues la gente nos decía que en cuatro horas se hacía todo (mentira gorda) y nos hubiéramos quedado dos días más recorriendo este lugar de haber tenido oportunidad.
Calculamos mal los atractivos de la ciudad de Bariloche y tan solo programamos estar dos días enteros por aquí, lo que se queda flagrantemente corto. Así que, consejo para futuros viajeros a Bariloche: reservad al menos cuatro días en la agenda.
Y nos queda por contar el último y más divertido de los cerros. En la propia ciudad de Bariloche está Cerro Viejo, al cual se asciende en telesilla y se baja en... ¡tobogán gigante! Tal cual. Cuando me lo contó la de la Oficina de Turismo tuve que pedirle que me lo repitiera a ver si lo había entendido bien. Un sueño hecho realidad. Bajar un cerro por un tobogán gigante. Me faltó tiempo para ir corriendo a decírselo a los niños. Creo que dejé una nubecita flotando delante de la chica de información, como en los dibujos animados.
Y Cerro Viejo no defraudó. De hecho, repetimos dos veces la entrada. No solo tirarse por ese tobogán es una de las cosas más divertidas que hemos hecho, sino que tiene también, al igual que Cerro Campanario, unas vistas admirables. Si es que en estos sitios, mires donde mires, tienes una fotaza.
Antes de terminar, queríamos comentar una de las curiosidades de las que ya nos habían informado. El día de las elecciones en Argentina se establece lo que denominan "veda electoral", y se prohíbe la venta de alcohol. Es llamativo comprobar con tus propios ojos cómo los supermercados precintan ese día toda su sección de licorería con carteles informativos del decreto que les impide a los argentinos hacerse ese día hasta con una cervecita.
Y con San Carlos de Bariloche ponemos fin a mes y medio de vivencias argentinas.
Damos ahora el salto a Chile, cruzando con el autobús (ómnibus) por la frontera andina del Paso de Cardinal Samoré. Chile no será para hacer turismo, sino para reposar y recuperar fuerzas en una casa en Puerto Varas que una familia nos deja a cambio de cuidar de sus tres perrazos: un Alaska Malamute y dos medio Gran Danesas, mientras esperamos, a principios de la semana que viene, nuestro vuelo de Santiago a Auckland.
Así que dejamos Argentina con gran pena y con tres abrigos menos (y un gorro, que se quedó en el Glaciar Perito Moreno. Vamos dejando prendas como miguitas de pan dejó Garbancito). Y solo tenemos palabras de agradecimiento para Argentina, su gente y sus costumbres. Al igual que cuando María y yo vinimos hace doce años, nos hemos sentido como en casa. Nos llevamos deliciosas costumbres como tomar el flan con dulce de leche, echar crema a la pasta o tomar las empanadas de carne con un chorro de limón (veremos qué opina nuestro cardiólogo de las nuevas costumbres).
Y porque somos gente muy íntegra y y de fuerte personalidad que no nos dejamos influir fácilmente, que si no hasta nos volvemos hablando como ellos. Ya me pasó el otro día que tuve que ponerme serio con uno que me tachó de influenciable y tuve que responderle: "Vos no sos más que un chabón requetepelotudo que está de joda todo el día acá nomás sin laburo y sin guita. Andate y mirá que vos querés la chancha y los veinte en todo quilombo. ¡Por las dudas, capás que sí!"
He visto el vídeo del tobogán bajando en bus desde Collado a Villalba! Toda una experiencia inmersiva!!! Jajaja
Me ha encantado Bariloche!
Y todas las entradas de Argentina!!!!
Pedazo mes y medio chulo!!!!
Esta última crónica te ha quedado bordada, Diego! Mejor que muchos cronistas de la prensa que se ganan así la vida. Qué divertido el tobogán y, efectivamente, con lo que cuentas y las fotos que mandáis, una pena que no reservarais más días para Bariloche. Como siempre, esperando la siguiente crónica…… Un abrazo