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Aventuras patagónicas II. Tierra de glaciares

Mientras que cualquier turista que llega a El Calafate se dirige a los mostradores de alquiler de coches y de las agencias de viajes o a echar un vistazo a los restaurantes de la zona y supermercados en los que aprovisionarse, nosotros directamente nos fuimos tiritando a buscar abrigos desesperadamente, pues como he contado anteriormente, en un despiste me los dejé en las playas de Península Valdés justo antes de embarcar en el avión.


Una vez solucionado el problema de la hipotermia, ya nos dedicamos a hacer turisteo por esta nueva localidad que iba a ser nuestra casa los siguientes tres días: El Calafate.

La población de El Calafate se encuentra en la provincia de Santa Cruz, al sur de la Patagonia, y es el lugar ideal para iniciar las excursiones a los glaciares que desembocan en el Lago Argentino. El lago domina todo el paisaje. De hecho, El Calafate se ha desarrollado en su costanera subiendo una colina, de manera escalonada. Así que la mayoría de las casas tienen grandes ventanales mirando hacia el lago y las montañas, porque no se tapan unas a otras. Es como un anfiteatro natural que tiene de escenario este paisaje de película. Eso sí, cuanto más arriba vives, más vives también las cuestas.


Es una población muy pero que muy turística, con una avenida principal donde se encuentra todo lo que el guiri necesita: abrigos para despistados, restaurantes, casino, correos, lavanderías... No exagero si digo que habré recorrido esa avenida de más o menos un kilómetro de largo una docena de veces de arriba a abajo para las gestiones varias que cualquier turistilla de a pie necesita: que si bocatas para la excursión de mañana, que si unas pizzas de urgencia para la cena, que si una lavandería... Y, sobre todo, para buscar dónde conseguir efectivo, que está resultando una auténtica gymkana.


Los billetitos que conseguimos hace casi un mes habían llegado a su fin y pagar con tarjeta es perder mucho dinero por el tema raro que tienen aquí de hacer un cambio de moneda diferente según el medio de pago. Así que ¡¡comienza el Grand Prix de "En busca de los pesos queridos"!!


Plan A: Localizamos una oficina con un cartel de tres metros por tres que decía "Western Union". Hasta aquí bien. Voy media hora antes de que abran para evitar las enormes colas que se forman. No hay nadie. Muy raro. Mal rollo. Solo un italiano con el mismo aire de despistado que yo. Abren la oficina, y me dice la mujer, justo delante de ese cartel inmenso, que aquello no es una Western Union. Solo le faltó decirme que qué me hacía pensar eso. Era para grabar un vídeo.


Plan B: La mujer de la No Western Union con cartel de la Western Union me remite a la oficina postal de Correo Argentino, al otro lado de la avenida kilométrica. El italiano y yo salimos corriendo para allá. Al llegar, ya la normalidad de aquí: una fila de una hora por lo menos. Cuando llevo media hora esperando, sale uno de la oficina para decir dos cositas: 1) que además del pasaporte para retirar el dinero debes de tener una fotocopia del mismo y 2) que no dan más de 180.000 pesos por persona.


Ni tenía fotocopia, ni habíamos hecho un giro por una cantidad inferior a esa. Así que...


Plan C: Busco en internet otra oficina de Western Union en El Calafate. La hay, pero a 2 kilómetros subiendo la colina. Llego con la lengua fuera a un desértico lugar donde no hay más que perros, solares y viento patagónico. Cuando pienso que Google me ha tomado el pelo, encuentro una oficina de Loterías con el deseado cartelito amarillo y negro de la Western Union. No hay gente. No hay nadie. No hay cola.

Entro pensando que soy el más listo del mundo por haber encontrado este sitio... Pero no. Solo se retira dinero si se hace una reserva previa. Me daban cita para dentro de dos días y pagando por esa reserva. No mola y no me vale. Volvemos al Plan B (correo argentino).


Plan B bis: Llamo a María para pedirle que cancele el giro millonario que me ha hecho y que haga otro por no más de 180.000 pesos mientras busco en medio de este páramo un lugar donde fotocopiar mi pasaporte. Dios aprieta pero no ahoga, y pone en mi camino, en medio de esa nada, una librería que hace fotocopias (milagro).


Con mi fotocopia vuelvo a recorrer los dos kilómetros (esta vez cuesta abajo) hasta la oficina de Correos. La cola sigue igual, a una hora del mostrador. Paciencia y nervios. Nervios porque aquí en momento dado se corta el grifo, salen, dicen que no se dan más pesos y cada uno a su casa.


Pues de milagro conseguí los últimos pesos de ese día. Salió el de la oficina, alzó con gesto de César inclemente frente a los gladiadores su mano y ¡zas! la bajó como quien corta en el aire una tarta gigante justo detrás de mí diciendo "hasta aquí". Uf. Por los pelos. Prueba conseguida (música de "We are the Champions" sonaba en mis oídos). Solo cuatro horas para conseguir efectivo.


Y qué mejor manera de gastarse pasta recién adquirida que en una hamburguesería de carne de guanaco. Cenamos allí porque nos lo recomendó el taxista y por la novedad, pero la verdad es que menos a David, a nadie le gustó mucho ni el sitio ni la carne de guanaco. Si es que era guanaco, porque tenemos nuestras dudas. Pedimos dos hamburguesas de cordero (el cordero patagónico aquí es de consumo obligatorio) y dos de guanaco, y cuando nos la sirve el camarero tiene lugar una conversación al más puro estilo Hermanos Marx, casi imposible de reproducir por escrito:

- "Sus tres hamburguesas de cordero y la de pollo"

- "Perdone, pero eran dos de cordero y dos de guanaco"

- "Sí, sí, estas tres son de cordero y esta otra de guanaco"

- "No, pero es que eran dos de guanaco"

- "Si, claro, estas dos de guanaco y estas dos de cordero"


En fin, "carne al gusto del consumidor". No estamos muy seguros de qué tipo de carne eran finalmente las hamburguesas.


La maravilla por la que la gente se aloja en El Calafate es la visita a la zona del Lago Argentino donde desembocan los glaciares que descienden desde las altitudes andinas chilenas para desembocar en alguno de los numerosos brazos de este lago, ya en la zona argentina. Para visitar algunos de los más conocidos como el Upsala o el Spegazzini tienes que contratar una embarcación.

Por cierto, durante el Covid, cuando cesó la actividad temporalmente de los barcos y se quedó todo más tranquilo, se llegó a divisar un puma en uno de los témpanos procedentes de los desprendimientos de los glaciares que van flotando por el lago. En un principio se pensó que podía haberse quedado atrapado, pero qué va. Resulta que el puma es un fuera de serie, un excelente nadador que si le apetece cruza el lago argentino hasta de espaldas, así que había decidido hacer una parada en el témpano para descansar (los témpanos son gigantes), en plan isla flotante, y ahí estaba tan pancho tumbado, sin verse afectado por el frio del hielo. Es increíble como trepa por él con toda facilidad. Se pueden ver las imágenes en internet si buscas "puma en calafate".


Y está el glaciar rey de la zona, el Glaciar Perito Moreno, inmenso, con paredes de 70 metros de alto, en plan "el Muro" de Juego de Tronos, y otros 100 metros bajo la superficie del lago, que se puede observar desde tierra, desde la Península de Magallanes, que se encuentra justo enfrente y donde han montado unas pasarelas para recorrer toda la fachada del glaciar, por todos sus frentes, y verlo tanto desde arriba elevado, como desde más abajo a su altura. Unas vistas increíbles, y con el espectáculo que supone observar sus continuos desprendimientos (este glaciar es de los pocos que no está en retroceso. Se mantiene. Lo que desprende, lo genera allí por las cimas chilenas. Las gallinas que entran por las que salen, como diría José Mota).


Suenan los resquebrajamientos del glaciar que producen las grietas y comienzan cayendo primero unos pequeños trozos y luego, con ruido atronador, caen paredes enteras al lago (que son los témpanos que luego circulan por el lago y sirven de isla a los pumas nadadores).


Es una vista hermosa, por su inmensidad y por las diferentes tonalidades del glaciar según le da la luz: desde un blanco cegador a los azules más intensos que hayamos visto en nuestra vida (a mí me recuerda a unos polos azules con forma de tiburón que me tomaba de pequeño... allá por la época en la que se formó este glaciar).


Pudimos observar, además, cantidad de aves y animalillos (como un zorro, por ejemplo) que merodean por esta Península de Magallanes, que es un entorno idílico (cuando hace buen tiempo) a los pies del Lago Argentino, rodeado de montañas inmensas nevadas en su cresta.





3 comentarios

3 Comments


Carmen Verdu
Carmen Verdu
Oct 28, 2023

Las fotos son preciosas, menudos paisajes! Tiene que ser increíble estar alli! Carne de guanaco? Noooo.! Mejor si era de pollo finalmente (Lo siento por los pollos)!. Y menuda odisea lo del dinero… la pena (para los argentinos sobre todo) es que eso no parece que vaya a mejorar a corto plaz.o… seguid compartiendo vuestras aventuras, que mientras las leemos también “viajamos” nosotros! Bss

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José María Verdú
José María Verdú
Oct 27, 2023

Pero la espectacularidad y belleza de los glaciares lo compensa todo. Un abrazo

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José María Verdú
José María Verdú
Oct 27, 2023

¡Qué situación mas angustiosa! Lo que describes parece una escena de “Caza al ladrón“, ja, jaja


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